13 de julio de 2012

De acólitos y, ¿acólitas?

Una de las principales incongruencias, uno de los fastos “consentidos” y admitidos por la Iglesia a las Hermandades, no es otro que la inclusión en los cortejos del mal llamado cuerpo litúrgico. Apreciemos como nos dice el Derecho Canónico, que una procesión, a excepción de la sacramental, no es un acto litúrgico.

Sabido esto, la pléyade informadores cofrades que micrófono en ristre o bien con un teclado se decía a titular al acolitado que con cirial e incensario figura ante las andas procesionales como “cuerpo litúrgico”, comete un error garrafal y desmedido que espero empiece la llamada a la corrección. Yo lo intentaré desde esta Alacena, aunque sé a ciencia cierta que uno de los pocos que apreciará el contenido de la entrada será el inmenso (en toda la acepción literal y figurada del término) de Santiago Bueno. Porque al contrario que otros temas de la cultura litúrgica y cofrade, este interesará a un selecto grupo de “capiroteros”. Pero en la intención va mi remisión.



Por tanto, basta ya con esto de cuerpo litúrgico. Son un acolitado, que además, no puede revestirse de dalmática. Sé que el axioma que acabo de redactar escocerá a unos pocos; no hay que ser iluso y creerse que el empleo de la dalmática (cuando hay fotografías y grabados del siglo XIX en Sevilla que demuestran que los ceroferarios y turiferarios iban de sotana y sobrepelliz) no responde a un intento vanidoso por parte del que ansía lucirla. Por lo general, el acolitado cofrade suele estar encarnado en un tipo de cofrade, digamos, “sensible”. Desea a toda costa figurar delante del Titular de sus amores y por ende, hacerlo con una cosita frágil y de poco peso (su dañada columna vertebral y sus múltiples achaques a la tierna edad comprendida entre los 18 y 28 años le imposibilita vestir la túnica de la hermandad y no digamos respirar tanta testosterona costalera) que le da opción a observar el proceder del Misterio o Palio de sus adentros.




¿Se imaginan que de repente un cofrade saliera en un cortejo vestido como sacerdote, sin serlo? Pues me sirve la sinonimia y el ejemplo, porque tamaño despropósito es el que ratifican las Hermandades usando dalmáticas. Es una prenda reservada a la Orden del Diaconato. Sólo y exclusivamente los diáconos pueden hacer uso de la misma. Luego, como es tan abusivo e irredento el empleo del alzacuellos, o de un solideo, o de una mitra o de una casulla por un seglar (imaginen la escena, propia de una chirigota venida a menos), no comprendo que intentemos buscarle sentido al inapropiado e incorrecto uso de la dalmática por seglares.



La Iglesia, reconoció a raíz del Concilio Vaticano II y en el Código de Derecho Canónico (Libro II, de los cánones 204 a 231) las obligaciones y responsabilidades de los laicos, y a raíz de 1992, la participación de estos en labores que hasta entonces quedaban reservados para los que habían sido instruidos en las órdenes menores.
Desde la renovación conciliar, el acolitado puede ser ejercido por el seglar. Es más, como bien comunicó el entonces Cardenal Diácono y Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, Su Ilustrísima José María Javierre Orta, anticipándose al acta “Apostilcae Sedis” que remitió a los Conferencias Episcopales desde Roma, un 15 de marzo de 1994, advirtió que la Congregación estipulaba desde entonces y recogía en el Canon 230 # 2 que “debe quedar claro que los servicios litúrgicos son llevados a cabo por los laicos «ex temporanea deputatione», según la sentencia del Obispo, sean hombres o mujeres y tienen derecho a ejercerlos”.

Bien, resuelto el problema… El Consejo Pontificio para la interpretación de los Textos Legislativos contestó en su sesión del 30 de junio de 1992 que las funciones litúrgicas se pueden confiar a los fieles laicos, pueden llevarse a cabo a partes iguales por hombres y mujeres, y entre ellas servir en el altar, entendiendo esto como una de sus funciones; además, en una audiencia concedida el 11 de julio de 1992 a Vincenzo Fagiolo Arzobispo Emérito de Chieti-Vasto y presidente del Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Legislativos, el Papa Juan Pablo II confirmó la decisión y ordenó la promulgación de lo que acabos de señalar.

Esto no tiene otro significado que el siguiente: la mujer sí puede formar parte del acolitado que colocamos delante de un paso, y la mujer sí puede portar un cirial o un incensario. Ahora bien, lo que no podrá hacer jamás la mujer es vestir una dalmática y sí el hombre. Pero podrá hacerlo el hombre, cuando tenga administrada la Orden del Diaconato, porque si no, incurre en fallo y desavenencia a la liturgia de nuestra Iglesia.


Otro apartado fundamental… EL USO DE GUANTES. Tamaño despropósito a la altura de la vestimenta de la dalmática… Representando una función litúrgica, no se puede llevar guantes. Este privilegio sólo lo tiene el obispo (y por tanto, Arzobispo, Cardenal o el Sumo Pontífice) que se le entregaban al recién nombrado en una silla en el momento de la consagración. Litúrgicamente, su uso queda reservado como signo de dignidad y sólo los usa el celebrante que pontifica (Obispo), y nada más que en la misa de catecúmenos, es decir hasta el inicio del ofertorio. Estoy convencido que los acólitos con guantes lo hacen en otro ejercicio indómito de vanidad y tal vez para evitar que se manchen de sudor los ciriales e incensario.

De los colores de las dalmáticas, que ya de por sí están mal usadas, ya es el acabose cuando las encontramos del color al uso de la Hermandad y no con el sentido litúrgico que debieran y está prescrito, esto es: morado del Lunes al Jueves Santo inclusive, rojo el Domingo de Ramos y Viernes Santo y blanco el Domingo de Resurrección. Pero vemos azules el Sábado en la Alhambra, verdes el Martes Santo en la Esperanza… ¡Horripilante! Y lo que es peor, con personas cualificadas y auto investidas como expertos en cultos, rúbricas y propios de la Iglesia en alguna que otra hermandad citada. Intolerable.





Y a la postre, el asunto del número de ciriales… ya hemos dicho que no hay un uso reglado, específico y necesario de los mismos. Tampoco del incienso, si bien este, no nos engañemos, coadyuva y potencia olores, sensaciones y estados de ánimo por lo que no cejaría yo en su presencia siempre como elemento estético, pues queda claro que no responde a las realidades de la liturgia al no serlo una salida/estación de penitencia.
Pero no nos desviemos; decía al respecto del número de ciriales. Se ha especulado al respecto sobremanera. Algunos creían que una dolorosa coronada canónicamente podía llevar un número superior; falso. No hay un criterio establecido ni escrito porque en esto no hay pronunciamiento de la Iglesia. Eso sí, se ha encontrado una relación con los cirios que hay sobre la mesa de consagración, el ara o altar, y que suelen ser dos para la misa rezada, cuatro para la cantada y seis para la solemne. Los 18 de la Hermandad de la Mortaja, habría que entenderlo como un “motu proprio” que desde luego no tiene ni sostén evangélico (ni en otras fuentes válidas para la Iglesia) ni rigor histórico. Como vengo diciendo a lo largo del texto, entendamos como otro más de los componentes de “boato y esplendor” el número de ciriales. O lo que es lo mismo, la traicionera vanidad hará que algunas, opten por ocho, o por doce… Y así, en múltiplos de dos, cuantos sueñen algunas.



Así, y como esquema para que nadie se pierda:

- Las Estaciones de Penitencia de nuestras Hermandades o Salida de las de Gloria no son actos litúrgicos, luego NO SE PUEDE DECIR CUERPO LITÚRGICO.
- Las mujeres, desde 1992, tienen el mismo derecho de participación en los servicios religiosos que el hombre, guste a quien guste.
- Los acólitos no pueden vestir dalmática. Es un hecho. Por muy bonita que quede y pompo que le dé por su vistosidad a un paso. Han de ir con sotana y sobrepelliz.
- Hay que extirpar el uso del guante de nuestros acólitos. No pueden jugar nada menos que a ser diáconos, sino Obispos en un Pontifical…
- Como quiera que el cirial no es necesario sino acompaña a una cruz (y poner otra más delante de cada paso sería romper por completo el sentido y significado de la cruz), entendamos por la relación buscada, que su número debe ser de 2, 4 o 6… Y ya.
- Ya que se hace mal y se usa la dalmática, que al menos vaya en los tonos y colores que marca la liturgia para el día.

A mí, todo lo que sea hacer las cosas bien me parece interesante; podíamos intentarlo. ¿Verdad?

David R. Jiménez-Muriel

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