5 de noviembre de 2012
Hermandades de Ánimas en la ciudad de Córdoba
Los concilios de Florencia-Ferrara (1438-1442) y de Trento (1545-1563) establecen la existencia del Purgatorio como lugar en el que las almas de los difuntos fallecidos sin haber cometido pecado mortal, permanecen mientras expiaban sus pecados leves y graves y como paso previo a su entrada definitiva en el Cielo. Sin embargo, las plegarias por los fallecidos así como las indulgencias ganadas, pueden acortar la estancia de los seres queridos en dicho lugar, siendo éste el origen de las hermandades de las Ánimas Benditas del Purgatorio o simplemente de Ánimas.
La importancia que adquirieron dichas corporaciones fue tal, que ya en 1587 el sacerdote Alonso Morgado en su obra “Historia de Sevilla”, anuncia “como son en cada una iglesia parroquial las dos cofradías, una del Santísimo Sacramento y otra de las ánimas del purgatorio”. Esta referencia a su existencia en todas las parroquias hispalenses, es perfectamente extrapolable a Córdoba y muestra de ello es la referencia que don Teodomiro Ramírez de Arellano hace en su estudio del barrio de S. Pedro, en su obra "Paseos por Córdoba", al indicar: “La hermandad de Ánimas que, como en todas las parroquias, existe en ésta […]”. Igualmente se tienen referencias de hermandades de Ánimas fuera de las parroquias, como las ubicadas en el hospital de S. Martín (situado frente a la Parroquia de S. Nicolás de la Villa y derribado en 1840 para la construcción del actual paseo del Gran Capitán) y el de S. Sebastián, actual Palacio de Congresos. Así mismo, sigue existiendo a día de hoy la capilla de Ánimas adquirida por el Inca Garcilaso de la Vega en 1612, con el objetivo de ser enterrado en ella, y con la siguiente inscripción: “Vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del purgatorio”.
Sin embargo la importancia de cada una dependerá de la población y el nivel adquisitivo de cada collación, siendo determinantes en la vida de las corporaciones e incluso en la de las propias parroquias. Tal es el caso de las parroquias fernandinas de Omnium Sanctorum y S. Juan, que por el reducido número de feligreses, llegaron a fusionarse tras la desaparición de la primera en 1799, para trasladarse definitivamente a la Iglesia del antiguo convento de la Trinidad en 1876. Con anterioridad existió en Omnium Sanctorum la hermandad de Ánimas de S. Juan a la que se unieron la de Ntra. Sra. de los Remedios y la del Santísimo Sacramento, así como un altar de Ánimas con lugar para enterramientos de hermanos en la parroquia de S. Juan.
Olvidada en la historia quedó tiempo atrás la que debió existir en S. Nicolás de la Villa, que mantuvo altar con camarín junto a la entrada a la sacristía; altar usado durante la ocupación francesa para custodiar a Nuestra Señora de las Angustias y hoy usado por los titulares de la Hermandad de Sentencia. Algo similar ocurrió en la Parroquia de S. Miguel, donde existió hermandad de Ánimas en el S. XVII con altar y cuadro devocional que las representaba; extinguida ya la hermandad, el Lunes de Pascua 1 de abril de 1918 se anuncian misas delante del altar de Ánimas de dicha Parroquia por el alma de una feligresa fallecida. Finalmente entre las prácticamente ya olvidadas, recordaremos a la que tras la fusión de las Parroquias de El Salvador y Sto. Domingo de Silos en 1782, estableció su altar junto al del Santo Sepulcro, mudado por los escribanos desde el Convento del Carmen a mediados del S. XIX.
En la iglesia de Santiago existió un altar de Ánimas con cuadro alegórico, propiedad de la Cofradía de la Estrella; curioso es el hecho de que sobre las décadas de 1860-70 se fundó la Sacramental de la Purísima Concepción que, sin ser de Ánimas, mantuvo como principal objeto pagar el entierro a los cofrades y otros sufragios por sus almas; de las más numerosas a finales del S XIX. En la Magdalena existió un cuadro con un Crucifijo y las Ánimas a sus pies, con cripta propia para enterramientos de los hermanos. Por su parte, en S. Pablo existió una capilla de Ánimas con un retablo en el que estaba dispuesto un Crucifijo de bulto así como un purgatorio pintado en la pared, atribuido a Ascisclo Antonio Palomino. Por último, recordaremos que en S. Andrés la hermandad de Ánimas que existió hasta al menos final del S XIX, mantuvo altar y cuadro devocional; tal vez el existente hoy en día en la capilla bautismal.
Entre las hermandades mejor documentadas comenzaremos por la que existió en Santa Marina de Aguas Santas, cuyas reglas fueron aprobadas el 7 de mayo de 1515 en la ermita de los Mártires del Colodro y que contó con un gran lienzo en el que San Nicolás de Tolentino (a cuya hermandad se encontraba unida desde el principios del S. XVII) se mostraba sacando a las almas del Purgatorio. Junto con su función propia tuvo a su cargo la procesión del Resucitado, así como una de disciplinantes cada Viernes Santo junto a la hermandad de S. Nicolás. Tras el parón en la procesión oficial por las Guerras Carlistas en 1835, la procesión oficial regresa en 1849 con el acompañamiento de esta hermandad a las imágenes de Jesús Caído y Ntra. Sra. del Mayor Dolor.
Igualmente, la imagen de Jesús del Huerto sería acompañada, entre otras, por la hermandad de Ánimas de la Salud, que entendemos fue la fundada en San Nicolás y San Eulogio en 1649 por don Juan Jacinto de Góngora; contó con altar propio en la nave de la Epístola y lugar para el enterramiento de los hermanos, adornado por un lienzo con un San Juan Bautista y el Salvador, y cuadro devocional en la capilla de Bautismo.
Por su parte, Ntra. Sra. de las Angustias sería igualmente acompañada cada Viernes Santo por una hermandad de Ánimas, si bien no identificamos de cual se puede tratar. La más cercana tal vez fuera la ubicada en S. Lorenzo, que documentada desde 1545, se unió a la del Santísimo Sacramento de la misma parroquia a mediados del S. XIX, no consiguiéndose con ello la desaparición de la primera poco después.
En la parroquia de San Pedro y hasta finales del S. XIX existió la propia de Ánimas, compuesta en sus inicios por los “hombres dedicados a la limpieza de los lugares excusados” y que tras su práctica disolución a principios del S. XVIII, quedó bajo el control de los gallegos que vivían en Córdoba, dedicados a los mandados, y redactándose nuevas reglas que aprobó el señor Solís el 17 de septiembre de 1715. Llegó a contar con altar propio y cuadro de Crucificado y Ánimas al pie. A principios del S. XIX se le unió la hermandad de Ntra. Sra. de Belén y S. José, fundada a principios del S. XVII. Cerca, en la ermita del Socorro, existió altar de Ánimas perteneciente a la hermandad fundada por el benedictino Sebastián de la Puente en 1722, con indulgencias y privilegios de varios pontífices y ligada a la de la titular de la ermita. Finalmente, recordaremos que hasta 1841 existió en el arco bajo de la Corredera, un cuadro de Ánimas junto a los que representaban una cruz y la Virgen del Pópulo.
Cabría igualmente señalar, por su importancia, a la parroquia de la Visitación o del Espíritu Santo, donde existió un gran lienzo de Ánimas, destacando no obstante la fundación en 1760 de la ermita del Santísimo Cristo de las Misericordias o Ánimas, por el clérigo de menores don Salvador Salido y Millán, hacia donde se acostumbró “peregrinar” en la víspera del día de los Santos. La actividad de dicha hermandad ha perdurado hasta fechas recientes a tenor de las crónicas que nos informan sobre la salida en procesión organizada el Miércoles Santo de 1903 y 1904, con las imágenes del Sto. Cristo de las Ánimas y Ntra. Sra. del Mayor Dolor, así como las referencias a los cultos que durante cinco días se organizaron al Sto. Cristo de Ánimas en la Cuaresma de 1910 o la procesión del Descendimiento que entre 1911 y 1917 acompañó al Santo Entierro siendo llevada por los miembros de la hermandad de Ánimas de dicha ermita.
Por último, encontramos una curiosa referencia en la antigua collación principal de la diócesis cordobesa, Santa María; y es precisamente en la Catedral cordobesa donde topamos con una referencia a la capilla de Ánimas, adquirida por el Inca Garcilaso de la Vega en 1612 con el objetivo de ser enterrado en dicho lugar, llamándonos la atención la inscripción de la lápida: “Vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del purgatorio”.
David Simón Pinto Sáez
(Artículo publicado en el nº 126 de Córdoba Cofrade, en noviembre de 2009)
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