22 de mayo de 2012

La dársena

Era aquel un bello día de primavera. Una primavera tan lejana que pasó por la tierra hace ya algunos años.  Pero todas las primaveras son semejantes y aquella tenía algo, como la de hoy y como la de mañana.  Suave la brisa, olor a sal, cantar de pájaros en la plaza, blanca la luz del radiante día.


Era, pues, un bello día de la primavera de 1.975 y era en el puerto de la dársena.  Una dársena sin agua ni cañones pero al fin y al cabo, una dársena de galeones y de viejos hombres estibadores de muelles. Y entre ellos él era el más arriesgado de Triana, el más prometedor del barrio.  Era en aquella dársena donde fondeaban diariamente los marineros venidos de todos los confines del barrio. Tenía ese puerto una elegante curva de herradura con boca angosta seguida de buen ensanche y mejor calado que permitía albergar crecido número de embarcaciones, ofreciendo a la vez seguro resguardo para las contingencias de un mar siempre batido por el viento, pero simplemente llamada Plaza de Anita. 

Otras eran también las razones que contribuían al florecimiento de su leyenda.  Entre ellas tres muy poderosas como la sabiduría de viejos cargadores, el cultivo del buen saber por las cofradías y sus peones, y el de las ilusiones que saben a miel aunque lejano sea el horizonte.  Los más apreciados en el mundo de aquella época no soñaban con la leyenda que se estaba forjando y cuyo secreto desdichadamente parece que se perdió más tarde en la noche de los tiempos.  Esta leyenda de comercio y de contratación entre los asalariados del muelle aún no muy lejano y la decadencia de la ciudad de nuestros días en un oficio olvidado.

Estos oficios se extendían en los barracones de los carpinteros martilleando todo el día y calafateando el esqueleto de los barcos.  Hacia el Poniente los talleres de toneleros y talabarteros. Al fondo, los grandes tejares de calles con sabor a barrio que sólo se permitían fuera del recinto de la urbe a causa de las emanaciones de humos en los cocederos de barro.

¿Cómo comienza una leyenda? Pregunta una y otra vez el zagal curioso de saber y oír.  Una leyenda empieza en un barrio de enseña, con nombre de apóstol, apellido de provincia y el izquierdo siempre por delante.

In memorian de Juan Vizcaya. 

José Luis Álvarez Gaitica

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