19 de mayo de 2012

El Hermano Pedro y Nuestra Señora de Europa de Algeciras


(Ntra. Sra. de Europa - Algeciras)
En el número de Cuaresma de 2010 del boletín “Lunes Santo”, se publicó un artículo titulado “Algeciras: Semana Santa Especial”, donde se hacía un breve recorrido por la historia y Semana Santa de la capital del Campo de Gibraltar. En el mismo, una pequeña mención a la imagen de Nuestra Señora del Rosario de Europa nos ponía en la pista a cerca de la antigüedad e importancia de dicha imagen tanto en la re-fundación de la propia Algeciras, como en la religiosidad de la zona.


Dicha imagen, traída desde Gibraltar tras la ocupación del peñón por parte de las tropas británicas, llegó a ser objeto de disputas entre algecireños y gibraltareños, acabando todo ello con la devolución de la talla original a Gibraltar en 1864, tras 160 años ocupando el Altar Mayor de la ermita homónima. De esta manera, Algeciras quedó huérfana de su advocación más antigua hasta que la Hermandad de la Columna decidiera contratar a los talleres salesianos de Sevilla la hechura de una réplica de la original en el año 1945.

Sin embargo, y a pesar de que hoy en día la historia documentada desmiente viejas leyendas transmitidas de padres a hijos en esta zona de Andalucía, éstas son siempre algo más que curiosidades, constituyendo la tradición y cultura de los pueblos que las amparan. Y muestra de todo lo anterior, es un artículo escrito en Santiago de Compostela y publicado por Diario de Córdoba el viernes 23 de abril de 1915, en el que bajo el título de “Gibraltar y Nuestra Señora de Europa”, se decía lo siguiente:

“Muy pronto publicaré su interesante historia en un folleto de breves páginas. Hoy me limito a contárosla en unas breves líneas, y poco más o menos como me la contó a mí, hace pocos años, la persona que posee el manuscrito donde se refieren sus vicisitudes y guarda la histórica imagen con la religiosidad del que tiene la convicción de custodiar una sagrada reliquia de la Patria.

Hizo ya dos siglos, cuando los ingleses nos arrebataron a Gibraltar, arrasaron una ermita que allí había y en la cual se veneraba una imagen de una Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Europa, que a esta vieja parte del mundo miraba, de espaldas al África.

Con la venerada imagen hicieron algo peor: la decapitaron arrojando sus restos al mar.

Este hecho vandálico suscitó un patriota entre los españoles que lo presenciaron, pues un humilde hijo del pueblo, sintiéndose herido en el fondo de su alma por la profanación y el despojo, arrojóse a las bravas olas de aquel mar y extrajo, uno a uno, los pedazos de la imagen mutilada.

Mandó pintar una estampa lo más parecida que fue posible a Nuestra Señora de Europa, y adosóla a un tosco retablo del que pendía un cepillo de bastante cabida.

Luego vistióse a modo de penitente con un capuchón y un sayal ceñido por cuerda de esparto, llevando sujeto al cuello por medio de flamante correa el expresado retablito, y en la mano un báculo de roble.

De esta guisa comenzó a recorrer los pueblos, que al momento le bautizaron con el sobrenombre de Hermano Pedro, aunque no era lego de ningún convento.
Iba éste de puerta en puerta semitonando la siguiente cantinela:

-Ave María Purísima. Que me den una limosnica por la mor de de Dios, para restaurar la imagen de Nuestra Señora de Europa, descuartizada por los ingleses y sacada del mar por este cristiano pecador; para guardarla en lugar sagrado y sostener su culto hasta que Gibraltar vuelva a ser de España.

Si el Hermano Pedro veía vacilar al dueño de la casa a cuya puerta había llamado recientemente, golpeándola con su cayado, añadía siempre con voz semitonada:

-Nuestra Señora de Covadonga protegió a nuestros tatarabuelos contra los moros; Nuestra Señora de Europa nos protege contra los nuevos invasores de España.

Como tardasen un poco en despacharle, comenzaba a sacar del zurrón algunos trozos de la imagen profanada, diciendo:

-Miren como los indinos ingleses pusieron la santa imagen de Nuestra Señora. Con estos propios pedazos se ha de hacer la nueva… y juro a Dios que nosotros, nuestros hijos o nuestros nietos, la hemos de llevar en procesión al sitio mismo donde estaba, cuando Gibraltar vuelva a ser de España.

(Ntra. Sra. de Europa en su paso - Algeciras)

El Hermano Pedro se proponía recorrer a pie y pidiendo limosna todos los pueblos de la península, para realizar su patriótico proyecto de restaurar la imagen de Nuestra Señora de Europa y depositarla en lugar segura, donde se le diese culto hasta que Gibraltar fuese recuperado, pues llegado ese momento allí debía volverse a colocar como protectora de España; pero muy pronto reunió lo suficiente para encargar una nueva imagen de Nuestra Señora de Europa, sobre los restos de la primera; una corona de plata adornada con piedras preciosas, una colección de bordadas vestiduras y hacer una modesta fundación que permitiese consagrarle todos los años un solemne novenario por el mes de Mayo.

Actualmente guarda con profunda veneración la histórica imagen, que es, por cierto, hermosísima, una ejemplar Comunidad de Religiosas, quienes la exponen todos los años, por el mes de las flores, a la pública veneración durante el devoto novenario que la consagran, terminado con una solemne misa cantada y su correspondiente sermón, al pie de la letra como dispuso el Hermano Pedro.

El año pasado, en que se celebra el segundo centenario de su entrega solemne al convento, estuvo expuesta los doce meses, pudiendo lucir la rica y variada colección de trajes, diligentemente conservados por sus camareras las ejemplares religiosas, que por cierto son en todo muy españolas.

Durante estos cinco últimos años he tenido el gusto de asistir, todos los días, sin faltar uno, a los cultos tan patrióticos como piadosos, que por el mes de Mayo se consagran a Nuestra Señora de Europa en la iglesia de las aludidas religiosas, y he de confesar que muchas veces, al salir de allí, aunque según el estado de cosas de entonces parecía una locura el pensar siquiera en la realización de los nobilísimos anhelos del Hermano Pedro, iba diciendo para mi capote:

Es imposible que tarde o temprano deje de realizarse el proyecto del Hermano Pedro; es imposible que éste dejase de tener algo de profeta; pero, aún cuando no lo fuera, no puede negarse que era un gran corazón, un verdadero español que amaba fervorosamente a su Patria, y que si milagrosamente levantase hoy la cabeza, volveríase a la tumba muerto de vergüenza al ver que, por motivos infinitamente menores, una poderosa corriente de irredentismo invade la vida de la nación hermana, mientras que nosotros estamos tan descastados que apenas se nos conoce, pareciendo haberse extinguido en nuestros pechos el sagrado sentimiento de la Patria, pues somos insensibles al dolor de una grave amputación, arrastramos tan satisfechos el grillete de la servidumbre y, por encima, todavía adulamos...

Pensaba, en fin, que el Hermano Pedro era digno de una estatua que daría a más de cuatro lecciones de españolismo y que merecía bastante mejor que la que por entonces, no lejos de allí, se levantaba a cierto conde harto famoso.

Manuel Vidal
Santiago de Compostela, Abril de 1915”


Realidad o leyenda, este tipo de narraciones han constituido durante siglos la mayor vía de difusión de nuestra cultura religiosa. Estos relatos, siempre bajo una base histórica, incluyen una cierta épica que, resultando hoy en día algo dramatizada, se antoja del todo necesaria para hacer atractivas unas tradiciones siempre transmitidas de boca en boca. Fuera como fuese, el texto anterior representa lo que de Nuestra Señora del Rosario de Europa se conocía y creía hace ahora casi un siglo; tiempo en el que su devoción se ha mantenido unida al espíritu de esta región

David Simón Pinto Sáez.

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